Sobre los Centros Sociales Okupados (CSO).
A lo largo de los últimos veinte años, el espacio juvenil no ha podido sustituir al desaparecido medio obrero, degradándose a su vez por culpa del espectáculo. Por eso los ateneos y los centros sociales ni siquiera han llegado a lo que fueron en otro tiempo los locales sindicales para los explotados. A pesar de los esfuerzos no han logrado convertirse en centros de formación y difusión de ideas, lo que deja entre sus asiduos un aire de frustración que no puede disimularse. Lo más probable es que en ellos aprendan Linux o cocina vegana antes que historia social o practicas de resistencia al capitalismo. No son del agrado del orden establecido, pero si recordamos la frecuencia con que antaño se clausuraban los sindicatos, escandaliza ver hasta qué punto son tolerados, es decir, hasta qué punto son inofensivos. Existen excepciones muy honorables con un alto grado de compromiso social, pero incluso ellas han tenido que hacer concesiones al juvenilismo y contemporizar bien con las camisetas, bien con el punk quinceañero, con las “performances” o con la informática. Como los viejos centros recreativos o las asociaciones de vecinos , han quedado absorbidos por la dinámica de supervivencia en ambiente hostil. La logística del saber vivir y la pedagogía de la revuelta son funciones que se les han escapado; desde un punto de vista subversivo, nadie sale de ellos “peor” de lo que ha entrado, y eso debiera preocupar a sus impulsores.
La solución pasaría por un replanteamiento crítico de su actividad que no debiera tener otro objeto que el de mantener un nivel elevado de conciencia social en condiciones que sabemos son extremadamente desfavorables. Habría que sacar el mejor partido de la experiencia histórica, reanudando la tradición de los oprimidos e inspirándose en ellos. No hacer concesiones a las modas, no someterse a los estereotipos, no caer en el buen rollo; en definitiva, ir derechos a la raíz de las cosas. Pero sólo van derechos los que saben reconocer dicha raíz y tal conocimiento no está adscrito a ninguna etapa particular de la vida. Tan cierto como que hay jóvenes más inmundos que los viejos y viejos que no tienen edad.
Miguel Amóros
El extracto forma parte de "Registro de Catastrofes" de Miguel Amóros (publicado en 2006, editorial algana).
Salud
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